POR NORBERTO HERNÁNDEZ BAUTISTA
No existe movimiento sin causa, más cuando se quiere ganar y guiar el destino de una nación. Tampoco es tarea de alguien que las invente y sean exitosas; por más teatralidad que se diseñe no jalan ni despiertan el interés de la población. Esa ha sido la falla estructural de la derecha y del sector conservador, que más que identidad ideológica y política, los mueve un interés por mantener su posición de clase.
Se fusionaron medios nacionales, la oligarquía, los grupos llamados de la sociedad civil con los partidos PRI-PAN y PRD, inventaron el movimiento rosa, le agregaron supuestas causas como la defensa del INE, llenaron el zócalo de la Ciudad de México y algunas plazas en entidades como Guanajuato, Aguascalientes y Chihuahua, pero se autoengañaron. Fue un movimiento de relumbrón, sin fondo ni destino que no fuera el fracaso. Su lucha careció de estrategia; se prepararon para la guerra con filas que solo servían para ganar una batalla. Mucho dinero, muchos recursos a su disposición, pero escaso talento para vencer al líder de la 4T. Fue un movimiento, “muy ojón para paloma”.
Su adversario solo tenía una ventaja y un único aliado. Con todos los medios de comunicación en contra, resistiendo las embestidas diarias de los comunicadores más representativos que dicen generar opinión entre los escuchas, respondiendo a la guerra sucia diseñada y ejercida por el periodismo defensor del viejo régimen, el presidente echó mano de un recurso que lo distingue: su oficio político. Puso en práctica el medio de comunicación más exitoso en México y en el orden internacional: la mañanera. La llamó: ejercicio de comunicación circular. Desde ahí marcó el ritmo y la pauta de la comunicación en todo el territorio nacional, hecho que ningún medio de los llamados nacionales ha logrado.
La mañanera llegó a todo México, rompió fronteras y tuvo millones de audiencia diaria. comunicó lo que el presidente quería de su gobierno. Sobre todo, comunicó a todos los mexicanos, afines o no, lo que dañó al país y a los responsables. Nadie de los adversarios del presidente se fue sin un raspón, a todos quitó el ropaje de gente decente y los evidenció tal como son, desde lo personal hasta el origen de su fortuna mal habida. Si antes robaban impunemente, a manos llenas y a ojos vistos y ni siquiera perdían su respetabilidad, con la mañanera eso se acabó. Para el grupo de los saqueadores de México salir en la mañanera era letal, un golpe duro y del que difícilmente se podían defender y no porque no pudieran responder al presidente, simplemente es que no había manera. Era mejor dejar las cosas así y hacerse de la vista gorda.
Hablando claro, con la verdad, sin tapar a nadie, el presidente AMLO se ganó el cariño y la confianza de su aliado verdadero: el pueblo. Con él caminó, a él le hablaba todas las mañanas y los visitaba cada fin de semana. Iba a su tierra, los saludaba, se dejaba abrazar, se paraba a tomarse fotos, a escuchar, a recibir quejas, así como agradecimientos; y todo ayudaba para fortalecer el movimiento. Lo logró, la mañanera superó todas las expectativas, dejó lejos a los medios de comunicación que lo atacaban, los desfundó de argumentos, se quedaron solo con los ataques, con el desgastado guion de las noticias falsas y la guerra sucia. Desnudó las agresiones reiteradas a su gobierno y se las hizo saber a todos.
La 4T fue una exitosa manera de comunicar, de cercanía del líder con sus gobernados. Malas noticias para la oposición: la mañanera continuará.
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