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Los medios desplazaron a los partidos



POR NORBERTO HERNÁNDEZ BAUTISTA

La transición democrática española, ocurrida luego de la muerte del general Francisco Franco, hizo posible la formación de dos partidos políticos fuertes que los españoles votaron por décadas: el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Las cosas marcharon bien hasta que la sociedad se dio cuenta que la dictadura franquista había desaparecido, pero no el control sobre el pueblo español. La integración de España a la Comunidad Económica Europea (CEE) retrasó la inconformidad de los sectores menos favorecidos por la alternancia entre el PP y el PSOE en la conducción del gobierno. España era un país pobre, pero mejoró con su ingreso a la CEE.

 

Las nuevas generaciones empezaron a protestar, porque no se veían representados por dos partidos que ya no marcan diferencia en lo que hacían, que daba lo mismo si es uno o el otro. Nada cambiaba. Los jóvenes encontraron en el Partido Podemos una nueva forma de participar y, en enero de 2014, con apenas tres meses de formado ganaron espacios legislativos para hacerse escuchar. Podemos creció y ese fue su problema. El PP, el PSOE, la oligarquía española y la élite política tradicional hicieron todo para acabar con ese partido dirigido por rebeldes, por comunistas de mierda, por gilipollas.

 

El arma para destruir al Partido Podemos y sus dirigentes más visibles fueron los medios de comunicación. Había que atacarlos con mentiras y repetirlas hasta el cansancio. Decir que recibían dinero de Venezuela no era verdad, pero a quién importa, el asunto relevante era acabar con la reputación, la imagen y la fuerza de movilización de sus figuras públicas.

 

¿Qué pasó en Chile durante el golpe de Estado al presidente Allende? Fueron los militares los que derrocaron al gobierno democrático, pero fueron los medios los que legitimaron la barbarie. El diario El Mercurio fue un instrumento para la desinformación al pueblo argentino y sigue circulando. En Brasil, los medios y el control del Poder Judicial en manos de la derecha se tomaron la idea de destituir a la presidenta en funciones, Dilma Rousseff, encarcelar a Lula Da Silva, el candidato más visible del Partido del Trabajo y luego hicieron ganar a su candidato Jair Bolsonaro, un político de la ultraderecha. La participación de la televisora brasileña “Globo” fue decisiva para su triunfo.

 

En Bolivia, Ecuador, Perú y Venezuela los medios y los grandes intereses empresariales actúan de igual manera contra todo aquello que suena a Estado de bienestar. A sus adversarios los llaman populistas, zurdos y enemigos del progreso; es un desgaste que no tiene límites, lo importante es recuperar el poder que garantiza sus privilegios. En México, saben que van a perder, que el pueblo está empoderado, que la mayoría apoya un proyecto que los toma en cuenta, pero ellos no van a ceder; van a seguir construyendo una narrativa montada en falsedades, en mentiras y las van a difundir millones de veces.

 

La ultraderecha mexicana es una minoría, pero tiene mucho dinero, intelectuales orgánicos, analistas políticos, medios de comunicación, millones de bots y de trolls para repetir noticias falsas para causar el mayor daño posible al gobierno de la 4T. Quieren el poder. Morena los tiene molestos, porque es al único partido que no controlan y lo quieren destruir. Para la oligarquía y los dueños de los medios de comunicación, la democracia tenía valor cuando ellos la controlaban, cuando ellos decidían hasta quién era presidente de México, pero no cuando las fuerzas progresistas lo han ganado.

 

La derecha va a pelear duro; sueña con un presidente como “el loco” Milei”, no como López Obrador.

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