POR NORBERTO HERNÁNDEZ BAUTISTA
Parece coincidencia, pero será octubre el mes más recordado en el calendario político de la historia del país; es una reivindicación de justicia a los caídos en la masacre del 2 de octubre de 1968. El dos será el primer día de actividades formales de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo. La lucha no fue en vano, el régimen asesinó a los jóvenes y ese día empezó su derrumbe; nunca pudieron borrar de la mente colectiva la brutalidad del sistema político presidencialista: el autoritarismo, la violencia y el uso de la fuerza contra todo movimiento disidente al oficialismo.
El 2 de junio de 2024 no se ganó una elección, se derrumbó al viejo régimen. La voluntad de los electores hizo posible un cambio de fondo en el sistema político mexicano. La mayoría legislativa dará origen a un nuevo régimen a partir de la reforma electoral y la reforma al Poder Judicial que dejará de ser instrumento de control de las élites políticas y empresariales del país. Como nunca, como tampoco ha existido en Hispanoamérica con la llegada de los gobiernos progresista, Morena y el segundo piso de la 4T tienen la oportunidad de construir nuevas instituciones que sirvan al Estado, a la impartición de justicia y que contribuyan al bienestar de la población. En el ámbito de lo legislativo nada se lo impide, solo la madurez y la visión necesaria para que las reformas sean para elevar la calidad democrática de México.
Adiós a los privilegios que protegía el Poder Judicial, esta vez no tienen opción, y ese poder pasará de estar al servicio de los poderosos a servir a los menos favorecidos y que merecen justicia. Nunca habían enfrentado una condición de exigencia, nunca habían vivido una situación donde la única opción es reformarse y asumir un compromiso de cara a la nación. la reforma al Poder Judicial no será fácil y puede que un sexenio no sea suficiente, pero existe la posibilidad de sentar las bases para evitar un retorno a las prácticas y usos del viejo régimen.
También se abrió la posibilidad de crear un nuevo sistema de partidos. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Acción Nacional (PAN) ya no son partidos mayoritarios, su realidad los alcanzó y no tienen otra opción más que reinventarse como partidos nuevos, con fundadores, militantes y actores diferentes. Los que están y que actuarán en nombre del PRI y el PAN en el Poder Legislativo no representan a nadie. Más de uno requería del fuero para no ir a la cárcel. Los cuadros dirigentes de los comités ejecutivos nacionales y sus estructuras similares en los estados y municipios son burocracias que viven del presupuesto público y que se reparten los cargos de elección popular por la vía plurinominal.
Al subordinarse a los poderes fácticos, los dirigentes del PAN y el PRI hundieron a sus partidos. ¿De eso es responsable Morena, AMLO y Sheinbaum? no, aunque en ellos busquen la respuesta de su fracaso. Los dos, no perdieron solo las elecciones desde 2018 a 2024, fracasaron como instituciones políticas. Es oportuno volver a leer a don Pablo González Casanova, a Jorge Carpizo y a don Daniel Cosío Villegas, solo para saber y entender lo que significa el cambio de régimen y por qué es un hecho histórico.
Cuatrocientos millones de bots y las campañas negras en contra de AMLO no sirvieron de nada. Y no se ve que la misma estrategia de desgaste vaya a ser útil contra Claudia. Será difícil aceptar que empieza un nuevo régimen político y más cuando surgió a partir de su derrota.
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