POR JUAN GABRIEL GONZÁLEZ CRUZ
Muy interesante se ha tornado el proceso de sucesión en la UAEM en la última semana, sobre todo por la trayectoria de quienes llegan a la final. A unos se les nota cansados, tímidos como de costumbre. A otras se les mira inseguras de su participación. A otros se les percibe con firmeza en su aspiración. A uno, se le mira ensimismado, absorto y empeñado en la imposición. El proceso ha sido tomado con toda seriedad por los actores interesados, tanto dentro como fuera de la Universidad, pues la institución es clave para definir temas de trascendencia estatal y nacional.
Cada aspirante conoce sus fortalezas y debilidades; conoce sus puntos flacos y nadie en su sano juicio se atrevería a participar o a meterse en medio sabiendo que cuenta con un expediente en su contra. La definición de temas como la "Estafa Maestra" ni siquiera recae en manos de los universitarios y en la agenda universitaria hay cuestiones mucho más importantes para preocuparse como el retorno seguro a las actividades presenciales, la agenda de género, la estabilidad financiera, la unidad y la gobernabilidad.
Más allá de analizar los vínculos, linaje y presencia entre la comunidad, todo indica que la decisión debe tomarse considerando quién de las o los aspirantes garantiza equilibrio, certidumbre en los acuerdos, puentes de comunicación, solución a los problemas y visión hacia el futuro. Debe valorarse si es mejor tomar el toro por los cuernos para resolver los asuntos pendientes de la UAEM o aventarse a administrar la incertidumbre. Al tiempo.
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