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Conflicto en la coalición ferrocarril



POR NORBERTO HERNÁNDEZ BAUTISTA

El supuesto conflicto en la coalición integrada por el PAN-PRI-PRD-NA-MC-TR-MCC4T como se ha mencionado en los últimos días, en realidad, no existe. Se dice que había un acuerdo para que la Junta de Coordinación Política de la cámara local fuera asignada a un diputado de la fracción panista, pero eso no ocurrió al prevalecer el peso de un nuevo pacto entre el PRI y Morena. Como es normal, se generalizó la idea de un posible rompimiento en la coalición electoral que impulsa la opción valiente, pero eso no sucederá.


De hecho, la aprobación de la reglamentación de los gobiernos de coalición fue una salida para formalizar la coalición ferrocarril. Eso marcó una futura repartición del gobierno estatal entre el PAN-PRI-PRD y NA. Desde luego, en caso de ganar. Fue una concesión hecha al blanquiazul para dar una salida a la dirigencia del partido para que no se viera tan mal, luego de anunciar por casi seis años la existencia de un candidato propio, con posibilidades de ganar la gubernatura.


En términos prácticos, la cercanía de la clase política priista es con el ex diputado local y ahora diputado federal convertido en presidente del Comité Directivo Estatal del PAN. Por los cargos legislativos tuvo buena relación con el exgobernador oriundo de Ecatepec y mejor relación con el actual mandatario estatal. Esa vinculación de afectos es lo que marca la diferencia.


De manera inevitable, al cambiar la correlación de fuerzas, el verdadero conflicto es entre el dirigente estatal y el diputado local que durante dos trienios se anunció como candidato a gobernador. A pesar del peso político del legislador no es más que el ganado por el dirigente del panismo estatal. De hecho, sin el apoyo del dirigente estatal ningún acuerdo puede existir. Es tan sólido el poder estatutario del dirigente del panismo mexiquense que ni el presidente nacional puede influir en las decisiones procesadas al interior del comité local. Ante cualquier intromisión, cuenta con el recurso de acudir a los órganos jurisdiccionales.


Digamos que la existencia de un pacto entre el dirigente y el legislador local ya no existe. Por un lado, el diputado apoyó al líder estatal para hacerse del control del comité panista. Por el otro, el dirigente panista cumplió con el legislador al apoyarlo incondicionalmente en sus aspiraciones a la candidatura a gobernador. Al ceder la titularidad de la candidatura a cambio de otra negociación, el escenario es otro. La batuta política la tiene el dirigente estatal y es con él con quien se tiene que convenir cualquier decisión de orden político-electoral.


Un ingrediente que valida el empoderamiento del nuevo liderazgo, se confirma en el alineamiento de los eternos aspirantes a todo con el actual dirigente. Antes de bajarse de la candidatura, una mayoría de estos personajes procuraba cercanía con el diputado. Poco a poco eso se está perdiendo y, en consecuencia, la influencia del dirigente estatal tenderá a crecer. Para el PRI y el gobierno estatal, el negociador válido es el dirigente estatal; es él quien puede nombrar a un nuevo líder de los diputados locales del partido o sostenerlo para llevar la fiesta en paz.


Una opción real para el diputado es prepararse para ganar la dirigencia estatal. El inconveniente es que el dirigente actual también lo va a buscar. En caso de una derrota de la coalición en la elección estatal, el ganador será el presidente del partido. Su presencia será del orden estatal y su influencia, en futuras candidaturas, será determinante. Esta disyuntiva, demuestra que no hay conflicto en la coalición ferrocarril, la crisis está al interior del PAN.


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Por: Juan Gabriel González Cruz

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