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Cuando llegas al poder

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    Redacción: La Noticia Es
  • 28 jul
  • 3 Min. de lectura
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POR NORBERTO HERNÁNDEZ BAUTISTA:


Los ataques contra el gobierno federal son productos normales en la lucha y el ejercicio del poder. Nadie quien tenga un campeonato, un primer lugar en algo, que sea el número uno en una actividad deportiva, empresarial, gremial, política o de cualquier orden puede sustraerse de ser el objetivo a vencer y, por lo tanto, tendrá adversarios que quieren llegar a ese lugar privilegiado. El único día pleno de felicidad es el día que ganas, el día del evento de la victoria. Los demás, serán tiempos de estar alerta, de tomar decisiones; quedarse quieto es un alto riesgo y una debilidad que aprovecharán los otros.

Nunca ha existido el poder absoluto, aunque así se llegó a definir en algunos momentos de figuras fuertes cuando los estados-nación eran dirigidos o sometidos a la voluntad de un solo hombre. Los imperios lucharon más por mantenerse como tal que en llegar a serlo. En el transcurso del tiempo, gastaron fortunas para derrotar a sus adversarios. Algunas veces fue por las armas, en otras por la astucia, aliados, traiciones o por casamientos que nada tenían que ver con el amor, solo con el dinero y anexar territorios como nuevos dominios. El dolor humano nunca ha sido factor que limite las ambiciones de los que buscan el poder a cualquier costo. La idea que los fines justifican los medios es su naturaleza y va teñida a su vestido.

Sin embargo, el poder ha cambiado, ya no es lo mismo ni significa el sometimiento a una forma de dominio ejercido por una persona o grupo político. La tendencia es debilitarlo a tal grado que gobernar sea algo que se arregle fuera de las oficinas institucionales y se traslade a otros espacios, donde estén las otras figuras fuertes con las que se tenga que llegar a los acuerdos que permitan sobrellevar los asuntos públicos. A eso le llamaban elegantemente gobernar por consenso. El resultado de estos arreglos al poder, salvo excepciones, nunca fue favorable a las mayorías. En la mesa nunca estuvieron representadas las masas, a pesar que la convocatoria se dejaba a un gobernante electo por el pueblo.

Esa fue la forma de gobernar con la llegada del PAN al ejercicio del poder público. La alternancia en el poder presidencial fue un llamado a la mesa de ese tipo de pluralidad, donde solo estaban los hombres del poder político y económico para construir los acuerdos que permitieran la repartición de la riqueza nacional. Esa forma de administrar los asuntos públicos la definieron como civilidad, el signo de los tiempos de la democracia participativa, donde extrañamente las mayorías quedaban fuera de todo, salvo de cargar con los costos de los excesos de los civilizados, demócratas y liberales de la mesa de negociación para el buen vivir nacional. Eran los llamados pactos por México.

Morena, sus gobiernos y la presidencia del país viven ataques directos por ser los responsables de conducir el destino de México en los distintos órdenes de gobierno. Eso es parte del precio que se tiene que pagar por ganar el poder público. Lo actual son acciones de desgaste que surgen espontáneamente, permanecerán en los medios mientras sean noticias efectivas para el desgaste del adversario. Lo del senador Adán Augusto y su secretario de seguridad cuando fue gobernador en Tabasco es grave mientras no suceda otra revelación de mayor peso que lo saque del reflector. Adán Augusto ahora es más conocido que durante toda su campaña por la presidencia del país.

De estas externalidades al poder, la presidenta no es responsable, pero su equipo debe tener la habilidad para así comunicarlo.


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Por: Juan Gabriel González Cruz

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