2024. La serie...
- Redacción: La Noticia Es
- 27 abr
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POR NORBERTO HERNÁNDEZ BAUTISTA
Las reformas nunca llegaron. El país siguió en su dinámica tradicional e histórica de simular que se avanzaba, cuando en realidad se estancó en más de lo mismo. Vicente Fox demostró que no era un político preparado para ser presidente, que carecía del conocimiento de la vida pública. Durante la campaña, Fox habló el lenguaje que la población entendía y quería escuchar de un político. Según Ioan Grillo: “decía las palabras justas en el momento oportuno. Pero cuando ganó, de pronto perdió la onda. Parecía un zorro acorralado, desbordado y sin saber bien qué hacer”.
Fue un buen candidato, franco, directo, sin la demagogia característica de los políticos tradicionales, pero carente de formación para gobernar, ausente de una visión del hombre de Estado que requería el país. Para Jesús Silva-Herzog Márquez: “Cuando Fox tomó posesión de la presidencia no tenía la menor idea del significado de su victoria… tampoco hizo un esfuerzo por comprender su circunstancia… No gobernó ni a su gobierno”.
Tenía aversión al conflicto, a la confrontación para el cambio de las instituciones del viejo sistema, no quiso romper con ellas, por lo tanto, no se construyó un orden institucional distinto. La desilusión fue grande. No hizo nada por esclarecer el entramado del FOBAPROA. Se olvidó de sus electores para entregarse a las élites políticas y empresariales. A su más fuerte opositor de izquierda, Andrés Manuel López Obrador, lo llevó a juicio y lo desaforó. Aquél jueves 7 de abril de 2005, con el voto mayoritario de los diputados del PAN y el PRI, instalados en jurado de procedencia, se rompió el Estado de derecho al desaforar al Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador.
Al final, tuvo que dar marcha atrás con lo que dio mayor fuerza a su odiado opositor. Las marchas contra el desafuero se convirtieron en el lanzamiento de la candidatura presidencial de López Obrador. El capital político ganado por la oposición al viejo régimen se diluyó y no surgió el liderazgo del presidente. Ganó la elección y se echó a dormir. Careció del cabildeo insustituible para sentar las bases de un nuevo proyecto de nación.
Para la periodista británica, Jo Tuckman, corresponsal del diario The Guardian en México, las expectativas se derrumbaron aun cuando se esperaba una era de cambios fascinantes como los que experimentó España tras la muerte de Francisco Franco o la Unión Soviética tras el colapso del régimen comunista. Para Miguel Ángel Granados Chapa: “convertimos en un espejismo a la democracia, y cuando llegó las cosas siguieron igual a partir del 2 de diciembre de 2000. No se produjeron los cambios mágicos que esperaba buena parte de la sociedad. Sufrimos la gravedad del error”.
Acotado por elección propia dejó pasar el momento histórico. Privilegió la continuidad de una complicidad con el PRI, surgida desde que el PAN avaló el triunfo de Salinas en el colegio electoral que calificó las elecciones presidenciales de 1988 y en la aprobación del FOBAPROA en el sexenio del presidente Zedillo. Está alianza conservó los privilegios de sectores favorecidos por el presidencialismo y el régimen de partido único. De acuerdo con Cuauhtémoc Cárdenas: “La alternancia en el ejercicio del poder, mantuvo el proyecto nacional entreguista y socialmente excluyente, concentrador de la riqueza en unos cuantos, generador de pobreza y desigualdad social, promotor y protector de la corrupción y la impunidad, incapaz de abatir la violencia y de vencer a la delincuencia organizada que se expandió en el país desde un cuarto de siglo atrás, y nada más. La laternancia panista en el Poder Ejecutivo federal fue un rotundo fracaso.
Continuará…
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