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POR NORBERTO HERNÁNDEZ BAUTISTA

La alternancia política en el país se veía venir. La sucesión entre Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo Ponce de León se dio por el asesinato del candidato presidencial priista, Luis Donaldo Colosio Murrieta, el sonorense tuvo un arranque de campaña complejo y ese escenario lo acompañó hasta el mitin donde perdió la vida, en Lomas Taurinas, municipio de Tijuana, Baja California. Su adversario incómodo fue Manuel Camacho Solís que, al no salir nominado, se colocó como su peor adversario. Fue un magnicidio, toda vez que era candidato del PRI y eso lo marcaba como seguro ganador de las elecciones.

 

En el sexenio del presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), Manuel Camacho fue designado Regente del Distrito Federal (DF). Luego de las desastrosas elecciones de 1988, Salinas de Gortari reaccionó; en principio no le creyó al PRI ni a sus dirigentes que representaban una clase política vieja, atada al pasado, cuya formación ideológica se quedó anclada al discurso de la revolución, cuando el mundo había cambiado. El modelo económico nacional estaba agotado y México necesitaba de la integración económica, de abrirse a la competitividad que obligaba la presencia de la globalización.

 

El domingo 18 de agosto de 1991, tuvieron lugar las elecciones intermedias del sexenio del repudiado presidente Salinas. En aquel momento, él representaba un movimiento que tenía una fuerza política superior al PRI, y a cualquier partido, construida a través del Programa Nacional de Solidaridad (PRONASOL). Su operación era básica, con efectiva capacidad de movilización territorial. El programa se acompañó de una estrategia de comunicación conjunta entre las televisoras, la prensa escrita y las radiodifusoras con el gobierno salinista. Fue una legitimidad construida a partir de la dádiva a los más pobres. Tuvo un éxito electoral rotundo. Fueron los tiempos de la llamada “salinistroica”.

 

Los comités de solidaridad sustituyeron a los comités de base del PRI. El presidente Salinas creó su propia estructura de apoyo social con la que fortaleció su imagen como presidente del país y líder latinoamericano, en apariencia preocupado por los pobres. Ese era el discurso del PRONASOL y funcionó como plataforma de control político. El modelo económico neoliberal se mostraba como aliado de los más necesitados, a través de una plataforma ideológica tan reiterada como falsa.

 

Mientras el PRI recuperaba terreno como instrumento electoral del nuevo régimen neoliberal, Andrés Manuel López Obrador participaba en una protesta en el Zócalo de la Ciudad de México. Era septiembre de 1993, con su movilización daba a conocer las razones de aquella protesta: carteras vencidas de la deuda los cañeros, el grave problema de la actividad cacaotera por las afectaciones de Pemex, así como las afectaciones a pequeños propietarios, ejidatarios y a pescadores. La concentración merecía una atención prioritaria, porque estaba próxima la celebración del grito de independencia del 15 de septiembre y el tradicional desfile militar del día siguiente. Había que atender las demandas de los manifestantes; en particular, el atraso de un pago a pescadores y el despido de trabajadores de PEMEX.

 

Con urgencia solicitaron que funcionarios de la petrolera atendieran el reclamo, encontrando que entre el 92 y 95 por ciento de los casos tenían razón. Con la intervención del regente, la paraestatal pagó. Luego que se cumplieron los acuerdos, AMLO levantó el plantón a las cuatro de la mañana y se fue con su contingente. Camacho Solís siempre quiso mostrarse eficiente, ganarse la confianza de su amigo, lo procuró y se acercó todo lo que pudo, pero no consiguió ser nominado por el dedo presidencial.

 

Él sabía que no iba a ser el candidato presidencial, lo supo por medio de sus amigos.

 

 

Continuará…

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