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Avalancha C



POR NORBERTO HERNÁNDEZ BAUTISTA

¿Por dónde vienes? Ya casi llego, voy entrando por Sor Juana. ¿Todavía hay lugar en el estacionamiento de la cafetería? no, ya está cerrado todo. Nos vemos en la esquina, en la paletería. ¡No manches, si todavía no son las cinco! El evento es las siete. Si, pero ya está hasta el gorro.

 

Sale, te veo en un rato. Avance unas calles, para encontrar que las vialidades para entrar el centro de Tlalnepantla, estaban bloqueadas; había cortes con patrullas de la policía municipal. Me fui hasta el mercado Filiberto. Tenía prisa por estacionarme, pero nada. De pronto, me causó sorpresa ver mucho movimiento frente la plaza de la Diana. Eran ríos de personas que caminaban hacia la Plaza Gustavo Baz. Me imaginé el caminar apresurado de los usuarios de la estación del metro Toreo en hora pico.

 

Manejé de regreso y, por curiosidad, llegué hasta Roberto Fultón. Me asombré del número de personas que se bajaban en Gustavo Baz, por Plaza Tlalne, y enfilaban rumbo al Palacio Municipal, por la avenida Sor Juana. Con el interés de grabarme el momento, los seguí con la mirada. Como pocas veces cuando se convoca a un evento político, iban emocionadas, alegres y a prisa; como si fueran a perder su lugar. Para eso, llevaba más de media hora buscando dónde dejar el carro. No puedo manejar, pero terco. Lamentaba ir en coche, si me hubieran llevado, asunto resuelto.

 

Tras vueltas y vueltas, por fin, entre por la calle del Mercado Morelos y ahí me quedé. Justo, delante de mí, caminaba una pareja de jóvenes que, agarrados de la mano, corrían en dirección de los demás invitados anónimos que se familiarizaban por la convocatoria de una mujer de izquierda, delgada, bajita, que peina una cola de caballo, que es candidata a la presidencia del país. A paso lento, sin poder correr ni ir más rápido hice lo mismo. Por más que quería, las piernas no me ayudaban; me entusiasmé cuando miré a los miles de personas en el mitin, la mayoría mujeres que coreaban: Claudia, Claudia. Llevaban playeras moradas con ese nombre, la portaban con orgullo, se sentían parte del equipo de la mujer que las representa, que va hacer historia.

 

Abriéndome paso, llegué a la paletería. Me saludó Hidalgo y su expresión lo dijo todo: está a reventar. Otros amigos me decían: te andan buscando, se fueron rumbo a la cafetería, que ahí te ven. Pasos adelante vi a Helio con su familia, me detuve a saludar, y lo mismo: esto ya rebasó lo esperado. Seguí hasta reunirme con mis amigos y ¡suerte te dé Dios! miles de mujeres de una valla improvisada empezó a gritar: ahí viene Claudia. Ella descendió del vehículo y aquello fue una multitud de mujeres que se apretaba, se lanzaba para ganar un lugar y tomar la foto o el video con el celular. Claudia, Claudia.

 

Aldo, Xandra, Claudia y otros compañeros de la Zona Oriente me mandaban fotos de su celular con la emoción de quien fue parte y testigo de un gran acontecimiento. Luego de cincuenta minutos de caminar entre la multitud, Claudia llegó al templete. Raciel le dio la bienvenida; ella, como muestra de agradecimiento, lo abrazó, le levantó la mano frente a la multitud que aplaudió su gesto generoso. Si los asistentes estaban contentos ¡imaginen a este hombre!

 

Al final, todo era satisfacción. ¿Cómo viste Beto? Increíble; ¿cómo viste Adán? Determinante; ¿cómo viste Yon? Nadie lo esperaba; ¿cómo viste Jesús? desbordó la plaza; los mensajes en el celular eran igual. Fue una demostración de fuerza y arrastre popular de la avalancha C.

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