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El precio del cambio de régimen

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    Redacción: La Noticia Es
  • hace 4 días
  • 3 Min. de lectura
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POR NORBERTO HERNÁNDEZ BAUTISTA:


El cambio político que se vive en el país es el resultado de una transformación que, a la luz de los acontecimientos, era inevitable. En algún momento se pensó que no iba a ocurrir nada que desplazara a los grupos que controlaban la conformación e integración de los poderes públicos. La propia alternancia entre los partidos PAN y PRI, en los tres órdenes de gobierno, no propiciaron un cambio significativo, solo se alcanzó a modificar la forma, el fondo quedó intacto. En la mayoría de los casos, quienes llegaron al ejercicio del gobierno participaron del saqueo presupuestal y esa tendencia facilitó la permanencia de las élites que controlaban al país. Con la alternancia en la administración pública nada cambió; fue más fácil corromper a los recién llegados al poder que modificar los usos y costumbres del régimen nacido en 1929.


Parecía que era mejor que regresaran los que se habían ido porque los recién llegados eran catalogados de malos a pésimos. Se hizo popular escuchar expresiones como: “que se vayan los ineptos y que regresen los rateros”; “el PRI robaba, pero dejaba robar”. Las burocracias privilegiadas de PEMEX, CFE, Teléfonos de México y las que conformaban las estructuras de los partidos preferían el pasado de privilegios que el arriesgado espacio de la transformación. Solo en el Distrito Federal, la oposición fue capaz de mantener un frente de lucha abierto y permanente sobre el significado de gobernar desde la izquierda. La formación y la vocación de los líderes, en calidad de jefes de Gobierno, mantuvieron vivo el movimiento a pesar de la presión del poder presidencial, sus aliados de los medios de comunicación y el sector empresarial, ampliamente beneficiado del proyecto económico neoliberal.


Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard Casaubón dieron continuidad a una forma de administrar la cosa pública con base en el diseño y aplicación de políticas públicas para el bienestar de los más desfavorecidos. El movimiento creció, los errores y excesos de los grupos en el poder nacional motivaron un rechazo mayoritario entre la población. Llegó el momento de su derrota y fue contundente. La resistencia a cambiar fue su mayor error, querer atar a México a su ritmo, conveniencia e intereses ya no fue posible. Perdieron el poder y su propia capacidad de ser oposición.


A partir de su victoria, el movimiento de transformación nacional, que encabezó López Obrador, empezó a crear una oposición derivada de errores propios, no a consecuencia de sus adversarios. Eso será así, con tendencia a repetirse y puede que más allá de su capacidad de reacción. La transición de movimiento a partido político en funciones de gobierno será difícil, con costos inevitables y de magnitudes que pueden salir de control. La opción que tiene el movimiento para amortiguar los impactos del desgaste interno y los provocados en el escenario externo es responsabilizar a sus mejores cuadros en los cargos de dirección del partido y en las áreas estratégicas de la función pública. Las decisiones políticas que siguen ya no tienen que ver con los programas sociales. Lo más importante es la conservación del mando del poder público.


Las acciones negativas o contrarias a la doctrina política de Morena de figuras de primera línea del movimiento hacen necesario tomar decisiones al más alto nivel. No hay otro camino. Poner quietos a todos es impostergable. Después el costo será más alto. Las elecciones intermedias pueden tener un resultado contrario a mantener la mayoría en la Cámara de Diputados Federales. Un resultado así dañaría la base de flotación del movimiento. Adán solo fue un mensaje.




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Por: Juan Gabriel González Cruz

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